Se han organizado y han conseguido que la suya no sea la noticia de un día.
Sin embargo, mucho y poco ha pasado desde que se supo que el Consell decidía cerrar RTVV-NOU tras el fallo judicial que echaba para atrás el ERE que afectaba a unos 1.000 trabajadores.
Digo mucho y poco porque ha habido de todo. Poco desde la Generalitat y mucho desde el Ente Público.
En estos días, los propios trabajadores se han hecho cargo de la programación y la tele ha triplicado su audiencia.
También hay que reconocer que muchos profesionales han entonado el mea culpa por permitir tantos años de manipulación. Sin olvidar el enorme respaldo que han logrado de la ciudadanía, de otros medios de comunicación y de los partidos de la oposición. El PSPV ya ha anunciado que llevará el caso hasta el Tribunal Constitucional.
Históricas han sido las manifestaciones que tuvieron lugar ayer en las tres capitales de provincia y que congregaron a miles de personas y a diferentes colectivos y asociaciones en defensa de la televisión pública y por ende de la propia lengua valenciana.
Se lucha sin descanso y no es para menos. Esta semana, por si faltaba poco, se ha conocido el impacto que el cierre de Canal 9 tendrá en todo el sector audiovisual valenciano. Arrasará con él. Literalmente. El panorama quedará desértico.
Pero a pesar de todo ello, todavía sigue habiendo mucha gente crítica con el medio, con esa desinformación que ha marcado buena parte de su vida.
Aunque parezca mentira, la justificación de Consell ha calado en buena parte de la población, que no quiere perdonar ni olvidar y menos pagar una deuda de 1.200 millones de euros, pese a que sepan que los trabajadores no son los culpables de la mala gestión y de los chanchullos políticos que han endeudado al Ente.
Sea como sea, las críticas están ahí y son duras, muy duras. A veces a una le cuesta hacerse entender y defender un medio que ha sido muy importante para mí, no sólo profesionalmente.
Me pasó el otro día en Facebook con el amigo de un amigo y me pasó físicamente con otros amigos también esta misma semana.
Todos me decían lo mismo, lo de los colegios y hospitales. Todos repetían que sí, que es una putada para los trabajadores, pero que esos mismos trabajadores han permitido lo que han permitido mientras estaban a salvo.
Hay quien incluso acusaba a los trabajadores de llevar la pataleta demasiado lejos y de meter opinión en las propias noticias. Es decir, les acusaban de no ser imparciales, también de empañar el oficio al contar algunos de ellos cómo acataban órdenes, cómo manipulaban. Noticias, que han corrido de red social en red social estos días.
Si es que con Canal 9 nunca llueve a gusto de todos.
Pero mi opinión no ha cambiado, mi defensa es la misma que la de los trabajadores. El cierre de Canal 9 es una barbaridad y el modo en el que se está gestionando otra más, una más de las que vivimos aquí en nuestra Comunidad.
Como decía unas líneas más arriba, mucho ha pasado para los trabajadores, que no han dejado de moverse, y poco ha pasado desde el Consell, que, por activa y sobre todo por pasiva, ha dejado claro que no se va a dar marcha atrás.
La última del señor Fabra ha sido decir en una entrevista que otras comunidades no tienen que cerrar sus televisiones públicas porque reciben más dinero del Estado.
En fin... Cabrea, igual que cabrea que se escuden en la educación y la sanidad. Se olvidan de los barracones a los que están condenados muchos estudiantes en esta tierra y se olvidan de la progresiva privatización que también están sufriendo los hospitales valencianos, muchos gestionados por empresas privadas.
Hay voluntad de negociar por parte de todos menos de la Generalitat. Hay voluntad de conseguir una televisión viable y de calidad, pero parece que eso no interesa ahora al Consell.
Se mantuvo abierta Canal 9 mientras ayudaba a los intereses del Partido Popular y ahora se cierra porque ya no resulta un instrumento de manipulación útil, se ha hecho demasiado cara de mantener.
Hay quien va más lejos y ve toda una teoría de la conspiración con el Ente valenciano. Un plan premeditado, en el que el ERE era sólo la punta del iceberg y la deuda la justificación final.
Se trataba de rebajar la calidad de los contenidos, con lo cual bajaría la audiencia; se trataba de estrangular económicamente a la tele para malvender la producción externa a las empresas amigas... Y, si se echaba para atrás el ERE, pues a privatizarla por entero. Aunque el Consell haya roto un poco este esquema al decir que no va a privatizarla que, sencillamente, sólo va a cerrarla.
Pero hasta que lo haga, se ha sacado de la manga un Decreto Ley para volver a tomar las riendas de la programación, como he dicho en manos de los trabajadores desde que la dirección general dimitiera por no estar dispuesta a llevar el buque hasta el fondo del mar.
Si no cambian las cosas, el cierre se prevé para final de mes. Todo se quiere hacer rápido, hasta el cinismo, al afirmar que también lo hacen para no seguir angustiando a las familias de los trabajadores.
La lucha promete ser agónica y da pena que los profesionales hayan tenido que armarse tras las trincheras para defender a la televisión pública y con ella también su valor democrático.
Sí, con la democracia hemos topado, porque cada vez que un medio de comunicación desaparece la democracia muere un poco, el pluralismo muere un poco más y no estamos para perder más medios, ni para que haya más personas y profesionales en el paro.
RTVV-NOU, gustase más o menos, era un motor audiovisual para la Comunitat, a la que hablaba en su lengua, formando parte de su historia desde el mismo Estatuto de Autonomía.
Una se niega a creer que vaya a desaparecer, que tras las increíbles muestras de la ciudadanía, el pueblo se resigne a perder otra vez más.
Una se niega a creer que nada haya valido la pena y que, como anuncian las encuestas sobre intención de voto, el PP vuelva a ganar tras lo que hemos permitido en esta tierra.
Por eso, es justa esa acción-reacción.
Para que gane David y no Goliat, para que gane el pueblo y no los de siempre, para que todo sirva para algo y la de Canal 9 no haya sido la crónica de una muerte anunciada.
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