viernes, 18 de octubre de 2013

VOLVER A EMPEZAR

Estreno blog personal, estrenando al mismo tiempo ordenador. Etapa nueva, me digo. Lo hablaba hoy con una amiga. Llevaba tiempo pensando con qué entrada arrancar este blog y la solución me la ha dado el desayuno que hemos compartido. En realidad, me la han dado las personas con las que me he ido encontrando a lo largo del día.

He de reconocer que mi nueva etapa supone empezar desde cero, lo que me está provocando más de un dolor de cabeza, pero no puedo hacer otra cosa. Soy plumilla hasta la médula y no puedo pasar sin escribir.

Para los y las que no lo sepan, la palabra plumilla viene del argot periodístico y es un apelativo, más o menos cariñoso, con el que se nos relaciona a los periodistas propiamente dichos.

Pero al lío.

-Es que sólo a ti se te ocurre seguir intentando lo de freelance con los tiempos que corren-. Me dice.

Alzo los hombros en señal de resignación y ella me mira preocupada.

-Si tienes la posibilidad, ¿por qué no te vas fuera? No tienes nada que te retenga aquí.


-Porque no quiero irme.- le respondo no muy convencida. Aunque, en el fondo, sé que algo me motiva a quedarme.

-Lo sé y lo entiendo, pero aquí las cosas están realmente mal. No hay nada de trabajo y menos de lo nuestro. Me preocupa que lo pases mal para llegar a final de mes.

A mí también me preocupa dicha cuestión, como le preocupa al resto de españoles que han visto mermados sus ingresos con esto de la crisis.

Seguimos hablando del desastre que estamos viviendo como colectividad y llegamos a la conclusión de que gran parte de los males vienen con el hecho de que somos unos egoístas por naturaleza.

Nos preocupamos sólo por nosotros y así nos va. A lo que sumar que les hemos dado carta blanca a los políticos para que lleven su propio egoísmo mucho más lejos, tanto que ahí andan estrangulándonos.

En el caso de nuestra profesión, del periodismo, estamos viendo como se venden contenidos a precios de risa. Es decir, hay una serie de malos profesionales, eso cuando tienen los estudios correspondientes, que están matando el oficio freelance.

Si tú tienes unas tarifas más o menos decentes, vete preparándote para sufrir, que ya están otros para vender los contenidos a precios de chiste. Una llega a preguntarse si realmente pueden vivir con semejante bajada de pantalones, si realmente quieren a la profesión y se preocupan por dignificarla como se merece.

El escritor Gabriel García Márquez la considera una de las profesiones más bonitas del mundo. Lo es porque es el borrador de la historia, porque cuenta lo que les pasa a las personas, porque una de sus responsabilidades es denunciar las injusticias...

Y podría seguir dando porqués, porque adoro el periodismo, es vocacional. Quise ser periodista desde que no levantaba un palmo del suelo y ahora me encuentro con que vive uno de sus peores momentos, con que una serie de intrusos lo están desvirtuando.

Pero pasa en el periodismo freelance y pasa también en los medios convencionales. Los sueldos son también para llevarse las manos a la cabeza. Poco importa si son medios grandes o pequeños. A lo que sumar el cierre de tantos de ellos y el hecho de que miles de profesionales estén en la calle.

Dejando el periodismo a un lado, lo cierto es que cualquier profesión está sufriendo los estragos de la crisis y de las políticas del tijeretazo llevadas a cabo por el partido que está en el poder. Venga recortar, venga recortar, pero lo que no se recortan ellos son sus sueldos. No me cansaré de decirlo.

Lo que me lleva al segundo encuentro de hoy.

Poco después de que mi amiga me dejara en la tienda donde me he comprado el ordenador con el que escribo, he pasado por una cafetería para comprar un café.

No es que mi economía sea boyante, más bien es precaria, pero intento contribuir, aunque sea poquito, con los comercios y establecimientos locales. Más que nada porque como no reactivemos el consumo, la economía no se reactivará y no se crearán puestos de trabajo, que a veces es que los políticos parecen tontos. Mucho rescatar a bancos en vez de rescatar al pueblo.

En fin, a lo que iba. He entrado en una de las cafeterías de mi barrio, donde me conocen y la charla entre la camarera y uno de los clientes venía a seguir la línea con la que ha empezado mi día. La situación en la que se encuentra el país.

-¿Tú crees que tendrás pensión cuando te jubiles?- le preguntaba el cliente a la camarera que le atendía. Ésta ha levantado los brazos como no sabiendo qué contestar y me ha trasladado la pregunta a mí.

Mi respuesta ha sido un no rotundo. Al menos, es lo que pienso y siento ahora. Supongo que me preocuparé de verdad cuando llegue el momento, aunque lo veo bastante mal.

Los dos se han reído ante mi cara y mi respuesta. Creo que llorar o reír es de lo poco que podemos hacer, amén de resignarnos.

-Y que ellos estén cobrando más de 80.000 euros de sueldo. No tienen perdón-. dice la camarera.

He sonreído yo también porque, al menos, veo que la gente está informada, que la indignación que sufrimos está provocando que no pasemos alegremente las páginas del periódico de turno o no nos paremos a escuchar con detalle las noticias en la tele o la radio.

Estamos indignados y la indignación cada vez va a más, como la desesperación de cientos de familias que no pueden llegar ni a principios, ni a mediados, ni a finales de mes.

Se respira, se palpa, la angustia, la preocupación por el qué será de los nuestros, de nuestras familias, de la gente que queremos,incluso de nosotros mismos.

Volviendo a la cafetería... El cliente se ha perdido entre las páginas del periódico mientras la camarera y yo seguíamos hablando de la crisis y de nuestra propia situación personal.

Al contrario que mi amiga, ella entendía que no me quisiera marchar, entendía el drama de muchos jóvenes que no quieren dejar de intentarlo en este país de opereta y de otros tantos que tienen que emigrar, a veces con resultados poco alentadores.

Ahí está el caso de unos jóvenes a los que se les prometió trabajo y dinero en Alemania y no han visto nada de esas dos cosas. Los han dejado tirados, literalmente.

Sí, la situación es crítica, pero también lo es ver cómo muchas personas sin escrúpulos se están aprovechando de las necesidades o ilusiones de quien elige la opción de intentarlo fuera de España.

Por si no tenía poco, he cerrado el día hablando con unos amigos arquitectos a los que les pasa lo mismo que a mí. No quieren malvender su trabajo, pero por no hacerlo están viendo como los trabajos se los quedan otros a razón del metro cuadrado por céntimo. Fuera bromas.

Somos licenciados, lo nuestro nos ha costado sacarnos la carrera para tener que aguantar lo que aguantamos. Y, sin embargo, seguimos empeñados en intentar levantar nuestros sueños en el peor momento económico de la historia.

Nadie podrá negar que no le echamos ovarios y cojones a la cosa. Cada día lo intentamos, nos matamos por encontrar clientes que realmente aprecien el trabajo bien hecho, la pasión que da una vocación, la profesionalidad y creatividad con la que queremos construir una firma.

He de reconocer que son unos optimistas natos.

-Maje, tiene que llegar un momento en el que todo pase y nosotros queremos estar ahí. Alguien tiene que levantar el país- me dice uno de ellos.

Ellos son de la opinión de que debo quedarme para intentarlo, de que luchando podrá llegar nuestro momento.

Los momentos...

Soy blogger desde hace un par de años. Tenía un blog que tuve que cerrar por razones que no vienen al caso, pero recuerdo que hace dos años escribía sobre lo mismo, sobre las bifurcaciones ante las que a veces nos encontramos.

Hace dos años, se me planteó la posibilidad de irme al extranjero y, en el último momento, aposté por quedarme. No lo veía muy claro, mi familia tampoco, pero no me equivoqué.

Quedarme me permitió construir una nueva etapa, ser freelance, con sus ventajas y desventajas, también me permitió conocer a una serie de personas que han resultado ser claves para mí. Fue un periodo de aprendizaje del que no me arrepiento.

No obstante, duele un poco verse en el mismo punto de partida que entonces.

Duele volver a empezar de nuevo, desde cero, sabiendo que hay que vivir al día porque el futuro está lleno de incertidumbre y pensar en él puede hacer que el pesimismo nos colapse.

Sin ir más lejos, por mi profesión he de estar informada de lo que pasa, pero confesaré que me sucede lo mismo que a centenares de personas. Es escuchar o ver las noticias y ponerme de los nervios.

Pero mi parte optimista, que la tengo, se niega a morir, lo que me sorprende con esto de empezar de nuevo después de la serie de hostias propias y externas que me han caído de golpe, con esto de vivir al día con el cinturón lo más apretado posible.

Ni qué decir que fue puro drama el hecho de que mi fiel compañero, el ordenador, muriera y tuviera que comprarme uno nuevo.

Y aquí estoy. Apuntando en este bloc de notas el hecho de que ya he iniciado una nueva etapa que no sé hacia dónde me conducirá.

Aquí estoy, contando las conversaciones de un día que podría ser el de cualquiera.

Aquí estoy escuchando música y tecleando porque me relaja, porque no sé hacer otra cosa, porque me he empeñado en que rellenar este bloc de notas particular con hechos cotidianos llenos de actualidad.

Ojalá, mis amigos tengan razón y podamos no sólo comenzar desde cero, sino también tener la oportunidad de quedarnos y luchar por lo que queremos.

Mientras tanto tengo la impresión, muy certera, de que seguiremos indignándonos con las noticias que nos trae cada día, con la poca vergüenza de quien nos gobierna, con las recomendaciones de una patronal que quiere trabajos precarios que les permitan seguir llenándoles los bolsillos.


Sí, ser optimista en los tiempos que corren es poco más que un desafío, pero no podemos permitirnos ser pesimistas, tenemos que seguir adelante pase lo que pase, me digo, escribo, y hasta casi me lo creo. Casi, porque esta noche pondré las noticias y la hostia será tremenda.

Comenzar de nuevo... Tengo la impresión de que todos lo hacemos cada día, de que cada día es un batalla más que tenemos que librar y que, después de tantos años de crisis, estamos que no podemos más.

En fin... Bifurcaciones, días, conversaciones y algo de actualidad.


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